jueves, 10 de mayo de 2012

El pájaro.

  Aquella noche, había sido la gula quien asomó la sugerencia de ilustrarlo en un lienzo. "Cuán grata sería la existencia si la magia del arte me permitiera traerte a mí", se dijo. Los pensamientos y las posturas fluían libremente, desordenadas en el orden. Sus labios supieron el sabor del humo. Sus manos anhelaron su piel, la noche crujió, como si riera victoriosa ante la imposibilidad de detener el tiempo.
 Aquella tarde, la pared que había construido había adivinado miedo, pero el calor de su cuerpo la había elevado, como si aquella fuerza hubiese sido óptima para transformar a una carnada en una fuerza superior a la estructura forzada que había fabricado. Su alma supo el amor, su mente saboreó el miedo. 
  El cielo lloraba: ahora era su alma quien lo anhelaba. El pájaro de las alas guardadas ahora volaba, eso la enamoraba y la contagiaba de un vértigo que sobrepasaba su esencia.
  La bruma de sus pensamientos adornaban su incertidumbre, sosegando el incendio interno.
  Su alma galopó y supo el anhelo, nuevamente. Sus ojos se perdieron en el susurro de la lluvia, que adornaba a la noche con un bullicio que no caducaba ni por asomo. 
  Su cuerpo deseaba su resguardo. El tiempo volvió a reír, victorioso, como lo había sido siempre y lo será. 
  "Cuánto querría poder amarte en esta noche que llora ronroneante. Grata sería la existencia si despertara entre tus brazos", soñó, y siguió pintando en su lienzo.

domingo, 5 de febrero de 2012

Aquella noche.

  Sus ojos, sus manos, su risa, la incertidumbre la pasión caduca, mi sed de comprensión.
  El ronroneo del coche, la música suave, los pensamientos constantes. Sus caricias, mis caricias, su piel, la mía, el frenesí, el miedo.
   La bruma de la noche, el frío crudo, las nubes negras. 
   El humo del cigarro, su mirada entre las sombras nocturnas, mi miedo. El desasosiego.
   Mi anhelo por su presencia, sus palabras, su paz constante, su seguridad. 
   La gente que exige, el dolor en mi cuerpo, el sabor de sus besos, el recuerdo en mi cabeza.
   El pochoclo que quema, el trabajo que pesa, el tiempo que limita, amistades que marchitan.
  Los pájaros que vuelan, el tiempo que me encierra, las miradas que se intrigan, la pasión y el desenfreno.
  
  ¿Cuál es la salida y cuál la encrucijada?, ¿De qué huyo y quién me traga?. El tiempo corre, la vida camina.
   La falta de sueño, el poco apetito, las mil vueltas en mi cama. 
    Su mirada, el cigarro, el miedo, la noche, sus manos, las mías, el frío, la sangre. La voz, la música, nuestros cuerpos tímidos, las miradas con miedo. 
   El tiempo que no tengo, la paciencia que caduca.

  Cuánto querría verte unos días antes...

jueves, 18 de agosto de 2011

Taxi

El frío, el día gris, la tintura roja que me está quemando el pelo, los ensayos en mi casa.
 Gente que entra, gente que sale, ruidos, música, cosas que desconozco.

 El frío sigue, la gente se queja, busca calor: calor en el clima, o en las palabras de otra gente -que, sin duda, no encuentran- 
  Pero esto que escribiré se basa en algo que me irrita y que no comprendo:




Imaginen que una persona sube a un taxi a las 03:00 am, después del trabajo, muerto de frío, con el objeto de llegar lo más rápido posible a su casa, sin interrupciones, ni largas esperas bajo esa esfera lumínica que a veces tiene el gusto de brillar en la ciudad gris. 
-Hola, buenas noches, vamos por favor hasta Cabildo y Congreso-
-Buenas noches, ¿Me podrías decir cómo ir?- Responde el taxista, con voz de haber dicho el mismo sketch de todas las noches.
 En esos momentos, esa persona siente una ira descomunal: ¿Por qué debe informarle a un taxista, que trabaja de eso, cómo ir hacia un lugar que queda a quince infames cuadras?, ¿Cuando una persona va al chino a comprar pan lactal, el vendedor le pide que le explique cómo hace para apretar los botones de las cajas registradoras para darle el vuelto y el ticket?.
  Trabajo en la parte de pochoclos de un cine, salgo a las tres de la matina de mi trabajo, me tomo un taxi y me encuentro con este miope que quiere hacerse la noche cagándome la vida y cobrándome una deliciosa bajada de bandera de $6, 90. ¿Acaso cuando me pedís pochoclos yo te pregunto cómo se hacen?, no, entonces, llevame a mi casa, o comprate un GPS.
   Sin embargo, una vez más termino indicándole al idiota del taxista cómo llegar al destino.
  Al día siguiente pido un taxi por teléfono para que me rescate de un lugar escalofriante en el que podrían afanarme hasta los riñones. En cuanto me subo al taxi, diviso un GPS instalado en su ventana -Perfecto- pienso -No va a tener necesidad de preguntarme cómo ir-
  Ni a palos: el sujeto, ignorando el aparato, me pide indicaciones de cómo llegar.


  Tomarme un taxi me embola increiblemente.

viernes, 13 de mayo de 2011

Dinero y poder.

  Qué superficial puede ser todo a veces.
   Siempre pienso que los humanos somos la peor especie. Somos la especie que matamos por diversión, que arruinamos la naturaleza por diversión, que robamos, que intentamos ser superiores a toda costa, como si los animales compitieran con nosotros, como si tuviésemos tanta inseguridad que necesitáramos demostrar siempre que tenemos poder.
   El poder en sí me parece superficial, me parece terrible como la gente es tan autónoma y tan cerrada. Piensen que, en un mismo instante, en un programa de televisión (Ej: "Bariló") podrían estar haciendo juegos metiendo sujetos en cabinas y arrojándoles dinero para que estos pueda atrapar la mayor cantidad posible. En el mismo programa, también podrían jugar a hacer pilas con fajos de mil pesos, intentando que esta torre no caiga. En ese mismo instante, afuera en la calle miles de familias mueren de hambre y frío acausa de ese estúpido papel que en este programa revolean a lo pavote.
  Muchas veces escuché la frace "El dinero no hace la felicidad", y desde muy chica, siempre me reeplanteé si realmente esto es cierto. Hoy puedo decir que no pienso que sea verídica la frace.
  Si a una persona le hace feliz estudiar fotografía y no tiene el dinero necesario, no puede hacerlo, si a una persona le hace feliz salir a bailar con sus amigos y no tiene dinero, no puede hacerlo, si una persona necesita estudiar una carrera que únicamente puede ser privada (Ej: Comedia musical) no puede seguirla, a menos que pueda gastar un mínimo de $500 por mes en ese estudio.
  Muchas veces me he puesto a mirar los billetes que gano cuando cobro mi trabajo, y me he quedado mirando por bastante tiempo, jugando con las llemas de mis dedos sobre estos papeles arrugados y viejos, y he terminado llorando por la impotencia que me da saber que algo tan absurdo puede hacer que gente muera, que gente se enferme, que gente mate, que tenga más o menos poder y en fin: que todos enloquezcamos.

sábado, 30 de abril de 2011

Colores en la lluvia.

   Si hay algo que realmente me apasiona, es mirar las manchas que se forman en la calle un día de lluvia, gracias al aceite previamente derramado por los autos. Me parecen hermosas, y lo cierto es que la gran parte de la gente no se fija en ellas. Simplemente pasan indiferentes, corriendo bajo la lluvia, como si fueran pequeños y sensibles humanos hechos de sal. Tengo una cámara vieja digital que ya está bastante rota, en una época no tan lejana supo ser mi compañera durante mi aprendizaje en el mundo fotográfico. Es una kodak chiquita, recuerdo haberla comprado cuando tenía quince años, con plata que había recaudado de mi fiesta. Estaba completamente emocionada con la idea de tener mi propia cámara, mi herramienta, mi compañera, mis ojos artificiales, y con los años, Carola -Nombre con el que supe bautizarla en cuanto estuvo en mis manos- fue rompiéndose y envejeciendo dentro de la actual tecnología. Actualmente me acompaña un combañero a quién bauticé Renato, una canon que me alegra día a día, pero Carola sigue vigente para estos pequeños placeres: poder salir un día de lluvia a sacar fotos. Esta entrada es un tanto distinta y quizás colgada en comparación a las otras que supe escribir, pero como igualmente nadie lee esto supongo que me es indiferente. 
  Simplemente, brindo por las manchas coloridas que pasan indiferentes en la vida cotidiana de la gente gris.

jueves, 28 de abril de 2011

Salidas de los colegios privados.

  Si hay algo que realmente me molesta como la putísima madre de Dios, es ir a buscar a un/a nene/a a un colegio privado. Lo que más me molesta es la increible reunión de madres snobs hablando acerca de estupidéces, vestidas de animal print, colágeno en su rostro y sus pechos, y sin prestar ni la más mínima atención a lo que en realidad vinieron a hacer: recoger al pibe. Estas madres se la pasan hablando, de ellas, de la "muqui" (Muqui: dícese del lunfardo snob facho cheto, "Mucama"), de sus tardes al pedo, y miles de millones de cosas más y aún más estúpidas de lo que ya son. Ellas se quedan esperando, teóricamente, al niño, mientras la gente intenta pasar, y no lo logra porque ellas impiden el paso. Se abstraen completamente de la realidad que existe al rededor de ellas, ya que sólo les interesa tener su conversación banal. A pesar de esto, quizás el niño las reconoce por lo lejos, y van felices hacia ellas a abrazarlas, mientras ellas no dejan de hablar y, aún teniendo al niño, siguen hablando, impidiendo que los demás puedan recoger a sus criaturas y acortando el poco lugar no-transitable que ya hay, con su estúpida conversación banal. Algunas personas también tienen que pasar por la vereda, e intentan empujar a estas madres, sus hijos, las abuelas, y ya doscientas personas que se formaron, para poder llegar hasta el otro lado de la calle, nadie se preocupa por el simple hecho de correrse, ni por pedir permiso, la gente empuja, la otra se queda quieta, la primera empuja aún más fuerte y la segunda termina por correrse si mosquearse.

Me caen súper mal.

miércoles, 13 de abril de 2011

A la mierda.

 A la mierda con vos, con mi ilusión, con mis fantasías, con mi proyecto de vida perfecta y tu estúpido opitimismo. A la mierda con tu cariño efímero, tu maldita sonrisa pícara y tus absurdos tics nerviosos.
  A la mierda con todas tus mascotas, sus pelos que me causan alergia y mis ganas de besarte desenfrenadamente. A la mierda con la depilación que me hice especialmente porque iba a verte, a la mierda con tu poca bola.
  Me dan ganas de mirarte y escupirte, de decirte todo esto en la cara, de informarte que me desilusionaste completamente, pero por momentos olvido que nunca tuviste consciencia de que en algún momento me ilusioné con vos.
  A la mierda con los diálogos que tuve que ir pensando en el colectivo por si llegaba a haber unos minutos de silencio incómodo, y a la mierda con los 35 sahumerios que compré en el barrio chino para que el clima de nuestra velada sea óptimo.
  A la mierda con vos, con vos y con ella.